Sol de medianoche


Fragmento
“Mientras tanto, allí seguía Minnie Miñoso. Había envejecido, sus pasas se habían vuelto canas, los cachetes se le chuparon. Sus ojos se volvieron chiquitos, la dentadura se le marcaba por debajo de la piel sobre los labios, cierta tristeza había ensombrecido su rostro. Además, el uniforme de los Tigres del Marianao le quedaba grande, casi cómico. Se había transformado en anciano carabalí, en esclavo cimarrón vestido de pelotero. Mientras tanto, seguí tocando el bombo. Empezó a llover torrencialmente. Pero la gorra nunca bajó. Y no bajará. Está en el cielo; como mi jodido padre, se esfumó en el que sea lo que Dios quiera. Yo, por mi parte, seguía haciendo ruido, sigo tocando el bombo, seré el único sobreviviente.

Me desperté sudoroso, ansioso; gemí poco antes de abrir los ojos, porque temía no poder abrirlos. Tosía, estaba ahogado, buscaba respiración. Yo era un hombre que se ahogaba en el mar, o en su propia saliva. Pensé que moriría; hiperventilaba, no encontraba manera de que me pasara aire a los pulmones. Finalmente me di cuenta de que alguien respiraba al lado mío.”

Sinopsis
Es, sin duda, mi mejor novela. En esta narración todo cayó en su sitio: la proyección autobiográfica, como parte de la generación que nacida después de la Segunda Guerra Mundial llegó a la mayoría de edad durante la Guerra de Vietnam; las transformaciones del Puerto Rico moderno con sus lacras sociales y la aparición de la marginalidad playera, el desvarío de la droga y el alcohol, el buceo definitivo en lo más misterioso, ese subconsciente del escritor donde habitan sus humillaciones y fortalezas, sus heridas y despiadadas indiferencias.

Se trata de una novela policial que tiene como territorio la playa de Isla Verde, sector de Punta el Medio. Los personajes son marginales que habitan la playa en esa “Casa para hombres tristes” que bien caracterizó Antonio Skármeta. En ese hospitalillo viven Manolo, el detective privado, algunos veteranos de Vietnam, atletas sexuales de orgasmos estentóreos y una bruja blanca que dibuja tirillas cómicas, pícaros todos de mucha calle y mayor avenida. Manolo se adentra en los vericuetos de una intriga de adulterios y crímenes; a la vez que trata de esclarecer un crimen, evoca obsesivamente el asesinato de su hermano gemelo, ahí mismo en la playa, perturbación constante de su vida en que él se vislumbra como principal sospechoso de ese fratricidio.

Merecedor del Premio Internacional de Novela “Francisco Herrera Luque”, la escritura de Sol de medianoche estrena el ciclo de mis novelas policiales, serie en que se explora la oralidad de la ciudad y sus vecindarios, las señas del estar y el esperar callejero. Novela existencial, en algo emparentada con la lectura de El extranjero y The Long Goodbye, su filiación principal es, en todo caso, con un esfuerzo por caracterizar la modernidad que aquí alcanza su inquietud y misterio; la novela de los llamados “disfuncionales” es una representación de cierto tipo de fracaso social, aquél que ha querido borrar la necesidad sólo para entronizar la neurastenia.

Lo que empezó como un “entertainment” a la manera de Greene, también la ambición de escribir, ¡al fin!, un “straight novel”, según la expresión de Hemingway, se convirtió en mi más enigmática y sugerente narración.

De ella ha dicho el escritor y crítico peruano Julio Ortega: “Una de las más importantes novelas latinoamericanas de este fin de siglo... Con Sol de medianoche se puede fechar el fin del realismo mágico en la narrativa hispanoamericana”.

ERJ


Ediciones:
Caracas: Grijalbo, 1995.
Barcelona: Mondadori, 1999.
San Juan: Ediciones Callejón, 2014.

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