Puertorriqueños
Álbum de la sagrada familia puertorriqueña a partir de 1898

Fragmento
“En el building de al lado ese otro fantasioso se ha construido —allá cerca del último rincón del apartment, al lado de la cocina— un jardín tropical en miniatura: su colección de plantas caribeñas quizás sea la obsesión arcádica del regreso; la nostalgia se confunde con los clisés turísticos. Pero las pajareras con pericos y cotorras no bastan; allá en el fondo, detrás de las palmas enanas, ha pintado la media luna de la playa de Luquillo, con El Yunque de landmark allá en el fondo y todo… Aquí me paso las horas muertas mirando el paisaje, y eso me tranquiliza, yo que padezco de los nervios, usted sabe, uno recuerda a lo de allá y es como curarse… todas las pejigueras se van, y aunque no regreso nunca olvido, como yo digo, porque yo me crié cerca de Luquillo, en el poblado Palmer, y de niño cruzábamos por to’ aquello pa’ ir a buscar hicacos… ¿Su nombre? José Ruiz, me llamo José Ruiz...”

Sinopsis
Es uno de mis libros favoritos. Usando como punto de partida la obra gráfica de Antonio Martorell titulada Álbum de familia, concebí un álbum fotográfico de la sociedad puertorriqueña a partir del cambio de soberanía en 1898, mural de vicisitudes, transformaciones, mudanzas y emigraciones.

El libro es una mirada a la intimidad de lo histórico y social, a lo que llamó Unamuno la intrahistoria, ello pautado mediante la glosa y el comentario de docenas de fotografías anónimas de origen popular. Mi propósito fue crear una imagen de ese lugar donde lo colectivo, lo social, la comunidad, traspasan lo autobiográfico y personal, la semilla de tantas novelas.

Además de ser un libro sobre la sociedad puertorriqueña a partir de la invasión norteamericana en 1898, el texto recorre, de manera autobiográfica, las transformaciones del Puerto Rico contemporáneo, así testimoniadas por la generación del autor.

Es un libro sobre las poses que asumimos para que la cámara fotográfica nos retrate, y también sobre las voces de nuestra habla antillana. En esta escritura lo coloquial, la oralidad, asume un papel protagónico. Las voces pretendidas de los retratados, de los ausentes y los muertos, completan la elocuencia muda de las fotografías, esa opacidad callada que se instala ahí, mucho después del “click”.

Se me ocurre que este libro sería como el monólogo interior de la comunidad, y que a veces se escapa hacia un flujo de conciencia; quizás esté emparentado, en este sentido, con el Finnegan’s Wake; lo que caracteriza al libro es su vigilia, ese estado de alerta a las voces de la tribu.

Fue publicado por entrega diaria, durante un mes, en el desaparecido periódico El Reportero, bajo el título de Álbum familiar.

ERJ


Ediciones:
Río Piedras: Editorial Playor, 1988.

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