Mujer con sombrero panamá


Fragmento
“Aquella mañana, mientras cruzaba el puente Moscoso, su voz me perseguía; era, sobre todo, esa insistencia suya, aquella urgencia en que la ayudara, en que sólo yo podría ayudarla, lo que me reventaba, una y otra vez, en el chicho de la oreja. Ya eran las once de la mañana y me había fututeado el primer moto del día: aquella voz era más terca que la cerilla de un sordo, me dije. Y yo, pues yo estaba muy nube negra, como que muy dado a la tristeza de recordar mi juventud, y todo aquel lío que supuraba la voz de ella me hizo recordar que todos los hombres tenemos ese sitio que no podemos olvidar, al cual volvemos con la ilusión de haber probado, aunque fuera una sola vez, la felicidad, la puta felicidad toda.”


Sinopsis
Mi segunda novela negra, Mujer con sombrero panamá, narra las aventuras de mi detective —ahora convertido en “facilitador”— sobre el mismo territorio de Sol de medianoche, es decir, la marginalidad, el adulterio, las angustias existenciales de un moribundo cuya comunicación con su amante depende exclusivamente del teléfono celular.

Manolo se muda con su carnal, el Carabine Commander, de la playa de Isla Verde a la calle De Diego en Río Piedras. La visión de la ciudad se ensancha, cobra un registro más amplio en la oralidad y una perspectiva mayor en los escenarios.

El final de la novela me resulta tan enigmático como el de Sol de medianoche; se cumple así el vínculo de ambas novelas, en que lo elíptico prevalece como característica del enigma, siendo la narración como un rompecabezas en que han desaparecido algunas piezas. Es una novela ocupada por voces insospechadas, fantasmales.

El umbral de la muerte, ese pasaje en que agoniza el protagonista, se presenta como un límite en que prevalece la ansiedad sobre la agonía, en que la evocación del deseo irrumpe locamente y nos distrae del “largo adiós”. El protagonista ha visitado el lugar del deseo y la felicidad por segunda vez, encontrando que el paso del tiempo y la juventud perdida son acometimientos que nos abruman, que nos colocan rumbo a la tristeza definitiva y una desesperación sin consuelo posible.

Esta novela es “negra” en el significado convencional del género, y oscura, quizás grisácea, en lo tocante a su sentido.

ERJ


Ediciones:
Barcelona: Mondadori, 2004.

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