SinopsisCartagena ocupa un lugar privilegiado en mi trayectoria literaria. Merecedora de la distinción como Primera Finalista del Premio Planeta-Joaquín Mortiz de México, fue la novela en que reapareció el escenario playero del
Cruce de la Bahía de Guánica, esta vez como trasfondo de los amoríos de Alejandro, un escritor que ha alcanzado la medianía de edad asediado por tres mujeres: su mujer Carmen, su actual amante Teresa, su antigua querida Mónica, además de incidentales achulamientos menores. Este personaje, melancólico y que se piensa libertino, que vive en Isla Verde y cura su neurastenia con la natación, sitiado por el alcohol y las drogas, es una figura que bien encarna el
no satisfaction de la generación de los setenta, los afortunados que se fugaron del Hotel California.
Siendo una novela de relaciones amorosas, feroces encuentros sexuales, adulterios figurados, evocados y padecidos, situada en el sector playero de Isla Verde,
Cartagena —cuya redacción es anterior a la de
Sol de medianoche— prefigura el universo anímico de esta última, lo mismo que su escritura es ensayo de punto de vista y tono para mi primera novela policial, que prefirió finalmente la primera a la tercera persona como foco narrativo y un tono menos irónico y zumbón.
Su relación temática y escritural con
Cámara secreta y
Cortejos fúnebres es evidente, completándose así una especie de trilogía erótica con estos libros. Los tres libros comparten personajes, y el relato “México 1930” se convierte en capítulo central de
Cartagena.
La escritura es barroca, compleja en estructura y densidad. Se pretende una semblanza de la ciudad y sus bares. El primer capítulo contiene un cruce a nado de la playa de Isla Verde que aún me entusiasma. La acción se traslada a Colombia y a Nueva York; se trata de una novela viajera, inquieta, aunque permanezca en la misma añoranza de idilios alternos que nunca se cumplen del todo.
Ediciones:
Río Piedras: Editorial Plaza Mayor, 1997.