Caribeños


Fragmento
“Para este cronista la fecha resuena, sobre todo, en la memoria familiar. Y ello es así de un modo perfectamente contradictorio. Para un lado de mi familia, el materno, la llegada de los norteamericanos significó penuria económica, cierta pérdida de posición social, un súbito y cruel desclasamiento; aquí la visión estaría marcada por el llamado trauma de 1898. Este lado de mi familia probaría el resentimiento. En la obra novelística de mi tío abuelo, Ramón Juliá Marín, es donde mejor se evidencia aquella visión catastrófica de nuestro primer contacto con los norteamericanos. Por otro lado, el 1898 significó para mi abuelo paterno el lado artesano de la familia, un modo de promoción social. Algunos de sus hijos se educaron en la Universidad Politécnica fundada por el Dr. Harris, quien le dio al abuelo Galo el contrato para construir la capilla protestante. Una especie de agradecimiento, la identificación de los norteamericanos con una mejor vida, grandes oportunidades y expectativas, prevalecería en la visión de una gente ajena al testimonio literario.”

Sinopsis
Caribeños recoge mis viajes por la cuenca caribeña, crónicas sobre Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico y Venezuela, con una incursión en las antillas francesas vía Martinica, visitada en 1990, en ocasión del cumpleaños ochenta del poeta Aimé Cesaire.

En Caribeños escribo sobre la pintura de Armando Reverón y las señas urbanísticas de Caracas, algunos de sus lugares emblemáticos, como el Hotel Humboldt en lo alto del Monte Ávila. El Faro a Colón en Santo Domingo, inaugurado durante las celebraciones del Quinto Centenario, se convierte en símbolo de una sociedad indecisa entre el historicismo y la pobreza. La crónica de Cuba incluye una accidentada aunque cómica entrevista con Fidel Castro, lo mismo que una visión panorámica del Malecón y las piscinas de La Habana. Puerto Rico aparece de una manera más íntima, a través de una crónica de las lealtades políticas de mi familia, y lo que representaron desde la perspectiva más amplia de nuestra historia política.

Caribeños testimonia, mediante la crónica y la semblanza, la emigración al Norte lo mismo que los rincones secretos de Piñones, el Desfile Puertorriqueño de Nueva York lo mismo que un retrato del fabricante del Ron Barrilito y las vicisitudes de su clase social.

Quizás lo más curioso de este libro es que engendró otros, ya que las crónicas sobre Venezuela, Santo Domingo, los ensayos sobre Armando Reverón y el arquitecto Joseph Lea Gleave, significaron acercamientos a temas de las Antillas que luego exploraría en la novela El espíritu de la luz. De este modo, es un libro que, conteniendo otros, se volvió uno de mis imprescindibles. Aquí la visión del Caribe y las Antillas es ancha, aunque nunca de manera ideológica: la visión se cifra en las concreciones del paisaje y la gente, las señas de la memoria familiar y colectiva, la música y los sabores, esa cantidad inefable, siempre presente y pocas veces vista que es la luz de nuestro trópico.

ERJ


Ediciones:
San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 2002. Prólogo de Julio Ortega.

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