El camino de Yyaloide


Fragmento
“Cuando nos servían una guinea embutida con salsa de mamey y pasas, a punto estuve de cometer indiscreción; por poco llamo al ciego anciano por el nombre de Arcadio, que éste no era su nombre, sino mote que el diablejo de Gracián le había puesto a causa del discurso que eché en el caño elogiando los favores de esta Arcadia verdadera. Como luego supe en la conversación, el viejo se llama Gaetano y su hija adorna el bello nombre de Raquel. Hubo mucha timidez entre diálogo y reposo, por lo que decidí contarle, cuando la prieta servía unos conejitos en salsa de ajo rellenos con pasta de gandinga, el motivo de mi embajada. Bueno, pues, le conté de la pasión que mi padrino Don José siente por la botánica, y de cómo me había enviado a tan remotos parajes del caño a clasificar la vegetación de los prodigiosos vergeles de mangle; pero también le aseguré que los peligros de mi viaje de exploración rendirían los dulces frutos de la prudencia y la sabiduría. Dicho esto miraba con el reojo a la indiana, y en más de una ocasión la sorprendí ofreciéndome delicados cuidos de curiosidad con la mirada; pero ocurría que al cruzarse las flechas lanzadas por nuestros ojos, ella sonrojaba las mejillas y volvía a mirar su plato de conejito saltarín, todo ello con el fino recato que corresponde a las señoritas cuando los señores hablan.”

Sinopsis
Esta novela, primera finalista del Premio Internacional de Novela “Francisco Herrera Luque”, es la segunda parte de la trilogía que titulé, a mediados de los años setenta, Crónica de Nueva Venecia, y cuyo primer volumen es La noche oscura del Niño Avilés.

La novela continúa viajando por ese imaginario mítico, apócrifo, no “histórico”, de mi siglo XVIII puertorriqueño. Es una especie de novela romántica de formación, en que el grand voyage del Niño Avilés, ahijado del Obispo Trespalacios, es a los caños venecianos que rodean la ciudad de San Juan, y que fueron —sitio para el olvido— asentamiento para uno de los más miserables arrabales de Puerto Rico durante la década de los cuarenta a los cincuenta del siglo XX.

Esta incursión por los umbrosos caños que rodean la ciudad, también es una encendida travesía de la imaginación, en que aparece la parodia de la novelita romántica, reflejada en los amoríos del Niño Avilés con la bella Raquel, hija de Don Gaetano. Aquí calqué de la brillante narración del botánico francés André Pierre Ledrú en su Viaje a la isla de Puerto Rico en 1797, donde su travesía de pronto tropieza con un verdadero vergel tropical en los linderos de la ciudad murada. Como dato curioso: en esta novela reaparece, cual homenaje, el Niño Melodía, personaje creado por José Luis González para el cuento más leído de nuestra literatura: “En el fondo del caño hay un negrito”.

Los motivos de esta novela, que es guiño paródico a las novelas viajeras del siglo XVIII, es tránsito, en la trilogía Crónica de Nueva Venecia, hacia el tercer volumen titulado Pandemónium, aún inédito.

Fue escrita en los años setenta y publicada casi veinte años después; fue editada justo cuando mi escritura ya se había transformado hacia un estilo menos barroco, parcamente reducido a las exigencias de la novela policial. De ahí que, publicada en Venezuela, no haya recibido la atención de la crítica puertorriqueña.

ERJ


Ediciones:
Caracas: Grijalbo, 1994.

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