Sinopsis
Esta novela, primera finalista del Premio Internacional de Novela “Francisco Herrera Luque”, es la segunda parte de la trilogía que titulé, a mediados de los años setenta,
Crónica de Nueva Venecia, y cuyo primer volumen es
La noche oscura del Niño Avilés.
La novela continúa viajando por ese imaginario mítico, apócrifo, no “histórico”, de mi siglo XVIII puertorriqueño. Es una especie de novela romántica de formación, en que el
grand voyage del Niño Avilés, ahijado del Obispo Trespalacios, es a los caños venecianos que rodean la ciudad de San Juan, y que fueron —sitio para el olvido— asentamiento para uno de los más miserables arrabales de Puerto Rico durante la década de los cuarenta a los cincuenta del siglo XX.
Esta incursión por los umbrosos caños que rodean la ciudad, también es una encendida travesía de la imaginación, en que aparece la parodia de la novelita romántica, reflejada en los amoríos del Niño Avilés con la bella Raquel, hija de Don Gaetano. Aquí calqué de la brillante narración del botánico francés André Pierre Ledrú en su
Viaje a la isla de Puerto Rico en 1797, donde su travesía de pronto tropieza con un verdadero vergel tropical en los linderos de la ciudad murada. Como dato curioso: en esta novela reaparece, cual homenaje, el Niño Melodía, personaje creado por José Luis González para el cuento más leído de nuestra literatura: “En el fondo del caño hay un negrito”.
Los motivos de esta novela, que es guiño paródico a las novelas viajeras del siglo XVIII, es tránsito, en la trilogía
Crónica de Nueva Venecia, hacia el tercer volumen titulado
Pandemónium, aún inédito.
Fue escrita en los años setenta y publicada casi veinte años después; fue editada justo cuando mi escritura ya se había transformado hacia un estilo menos barroco, parcamente reducido a las exigencias de la novela policial. De ahí que, publicada en Venezuela, no haya recibido la atención de la crítica puertorriqueña.
Ediciones:
Caracas: Grijalbo, 1994.