Cámara secreta


Fragmento
“Para culminar ese embeleso con el objeto de su pasión, Zola abre otra puerta, entra a la próxima recámara, solicita esa pose irreductible donde finalmente se nos revela la naturaleza de nuestro apetito por el otro cuerpo: Jeanne aparece vestida sólo con una sábana. Sube los brazos para tocarse el peinado como si estuviera evocando las poses de las odaliscas, tan apreciadas por los románticos y Matisse. Por un momento pensamos que está en refajo; pero no, sólo la cubre esa sábana. Mientras Jeanne se regodea en su hembrismo, Zola se embelesa con esa pose a mitad de camino entre la completa desnudez y los abandonos de la cama. Cuando Jeanne levanta los brazos, notamos la mota de pelos en las axilas. Es un detalle erótico que hoy resultaría perversamente provocador, digamos kinky; pero en aquel entonces sólo era el detalle que resumía una insinuación de desnudez total.”

Sinopsis
Es un recorrido ensayístico por la fotografía erótica, particularmente la que se cultiva en Latinoamérica y las Antillas. Ahora bien, este ensayo concierne cierto aliento narrativo; el cuento “México 1930” contamina el libro con una sigilosa, casi inadvertida, presencia autobiográfica. De repente, lo que ha sido un libro de ensayos se convierte, también, y de manera imprevista, en novela.

El libro evidencia la perturbadora presencia del deseo adúltero: este motivo comienza desde el primer ensayo, donde se narra, mediante las fotografías tomadas por el propio Émile Zola, su lío amoroso y adúltero con Jeanne Rozerot, la pretendida gran dama de su segunda familia.

La cámara es secreta porque la fotografía erótica —una de las constantes de este medio desde sus comienzos— es la captación del deseo mediante la pose, frente a la opacidad de los cuerpos desnudos. Esos cuerpos desnudos, desfachatados, que incitan el deseo, confirman la distinción de John Berger entre lo “nude” y lo “naked”.

Cámara secreta es un libro extraño, muy “postmoderno” según su condición fronteriza; ahí está colocado entre géneros, en la encrucijada de la novela, el cuento y el ensayo. Editado por Monte Ávila en 1994, algunos temas de este libro reaparecerán en la novela El espíritu de la luz, de 2010. Resulta curioso que este libro fue editado cariciosa y cuidadosamente por la escritora venezolana Silda Cordoliani.

La portada del libro, una fotografía que capta al pintor Ángel Botello en una playa de Santo Domingo durante los años cuarenta, establece esa paradoja de la desnudez al fresco, lo mismo en la playa que en la recámara secreta: la incitación del deseo siempre contiene lo íntimo como semilla.

ERJ


Ediciones:
Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1994.

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